Libros de
geometría, español, sociales, historia, y filosofía, era lo que llenaba la
biblioteca de mi casa, elementos muy cuidados por mis hermanos quienes me
repetían constantemente –No los vaya a
rayar- sin embargo, pocas veces me explicaban lo que en ellos decía, así que de
la misma forma su petición no era cumplida, de manera que cuando se iban al
colegio me armaba con un esfero kilométrico y empezaba a copiar en tan
preciados libros cuanto aviso veía.
Cuando mis
hermanos llegaban de estudiar, se escandalizaban
y lloraban al ver lo sucedido, e iban ante mi madre con un gran pliego de
cargos, y ella tiernamente respondía –regálale una hojita y tenle paciencia
porque ella es pequeña- respuesta no bien recibida por ninguno de ellos.
Al cumplir
cinco años mis padres fueron en busca de la solución, el preescolar, que en ese
entonces eran pocos. Sin embargo después de mucho buscar, llegaron al Liceo
Académico Luis Flórez, allí inicie el grado transición con la profesora Isabel,
una persona tierna y tranquila que me recibió con gran cariño.
Después de
algunos días pasó lo que tanto había soñado, en el colegio me pidieron libros y
una gran lista de útiles escolares, entre los que se encontraba el texto
Grafías y la cartilla Nacho, con la que inicie mi proceso de lectura.
Pero la
profesora decía que era necesario aprender el abecedario, el que sabia de
memoria, pero que no tenia ni la mas remota idea de lo que significaba. Además
decía que debía “soltar la mano” para aprender a escribir, razón por la cual tenia que hacer largos ejercicios de pre
escritura en libro Grafías y en el cuaderno ferrocarril, donde con dibujos de
ratones aprendí a hacer la letra m y a unirla con vocales y así lograr escribir
la palabra mamá, palabra que se convirtió en un sello característico, pues en
cada lugar que podía la escribía, aunque ya no lo hacia en los libros de mis
hermanos.
Luego
aprendí la p y con ella a escribir la palabra papá, de manera que podía
construir oraciones como “papá y mamá me aman” y de la misma manera con todas
las letras del abecedario.
Finalmente
aprendí a leer y a escribir, magno evento del que se tenían que enterar todas
las personas que visitaban mi casa, pues debían sentarse en la sala a escuchar alguno de los textos de
las páginas finales de mi cartilla Nacho.
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